Para los que no sepáis que hay detrás de los concepto Fast Fashion y el Slow Fashion vamos a poneros en contexto.

Por un lado el Fast Fashion es lo que nos llevan enseñando desde que salió la moda low cost. Es decir, el consumo en la moda, la novedad, las ofertas, el cambio rápido de temporada, etc. Y, por otro lado, tenemos el Slow Fashion, que se basa en la ropa, generalmente hecha a mano, menos tendencia pero más atemporal, más sostenible para el ecosistema.

Pero, ¿qué está sucediendo?

Estas dos corrientes están enfrentadas. Mientras una nos ha enseñado durante años a no repetir modelito, la otra nos hace tener una conciencia más tranquila con el ecosistema. Por ejemplo, somos conscientes que las medias son el elemento de moda que más contamina, ¿por qué? Esto es debido a que es lo que antes desechamos de nuestro cajón, son las que antes se nos rompen o estropean.

Expertos como Benjamin Simmenauer, filósofo y profesor del Institut Français de la Mode, en sus lecciones sobre moda afirma que:

“La moda es un sistema que valora lo nuevo por ser nuevo. La moda no es un estilo, es un proceso por el cual los estilos se reemplazan entre sí”.

No queremos poner en entredicho las palabras de Benjamin, pero en nuestra opinión la moda es aquello que perdura en el tiempo, y la tendencia es lo que destaca de entre la moda. O sea que pensamos que la tendencia remplaza el estilo hasta que se convierte en moda. Entonces, ¿hay sitio para el slow fashion?

En mi opinión sí, aunque ahora sea una tendencia que pocos usan, hay una puerta de entrada para este movimiento. Es más, ya hay personas apoyando la normalización de repetir looks en los eventos, y no digo de repetir un jersey, más bien hablamos de repetir ese jersey con esos jeans.

Podemos ver acciones a través de Eco Gal como el post en el que promueven la normalización de repetir prendas.

Con estas acciones pienso que deberíamos plantearnos qué hay más allá del slow fashion. Debemos ser conscientes que las prendas nos durarán más, que seremos nosotros los que nos cansaremos de verla en el armario y usemos plataformas de compra-venta. Es decir, se trata de valorar más las prendas que tenemos y cuidarlas.

Es verdad que el movimiento de slow fashion viene dándose desde hace unos años, pero ha tenido un verdadero crecimiento tras la pandemia, pues hay una ausencia generalizada en comprar, aunque esto ha pasado en casi todos los sectores.

El objetivo es conocer nuestras prendas, cuál es la calidad, dónde se fabrica, quién la hace… Además, las nueva era de la comunicación (redes sociales) ha hecho que podamos ver más allá de la marca, aportando ese valor diferencial que antes costaba más mostrar.

Si conocemos mejor nuestra ropa dejará de existir esa vergüenza a repetirla por que hablaremos de ella con más mimo. La prenda tendrá una historia detrás y la conversación pasará de ser «este jersey es de Fulanito» a «este jersey es de Benganito, la hace con lana de allí, lo confeccionan aquí a mano con ayuda de su pequeña máquina de coser y tarda 10 días en hacerlo y 15 en que te llegue a casa».

Después de leernos, ve a tu armario y míralo con otros ojos, ¿cuánto hace que tienes esa prenda cogiendo polvo? y ¿cuántas confinaciones puedes hacer? ¿realmente necesitas más camisas blancas o solo una que te dure en el tiempo?